El origen de la rabia

Hay una apreciable diferencia entre lo que espero de la vida, sobre todo cuando lo he planificado, y lo que finalmente la vida me trae. A veces esa distancia es pequeña y aceptable, pero en otras ocasiones se vuelve una sorpresa difícil de imaginar. Mi rabia aparece cuando esa diferencia es grande, en este caso lo era, y mucho. 

Rabia y diagnóstico

En el año 2000, fui operado en dos ocasiones por un pequeño tumor en la cuerda vocal izquierda, primero mediante microcirugía endolaríngea y posteriormente con láser; la segunda intervención podía haber sido sustituida por radioterapia, pero tras una revisión del comité de tumores, opté por el camino más seguro. La pérdida de tejido epitelial de la cuerda afectó a la calidad de mi voz y me vi obligado a realizar un largo tratamiento de logopedia para mejorarla. 

Tras el quirófano se inicia el protocolo de revisiones periódicas, un proceso cuya duración depende de cada caso. Yo acudía cada seis meses a revisiones con el otorrino para observar el estado de mi laringe, y con el foniatra, con menor frecuencia, para conocer los progresos de mi voz. Una vez acabado el periodo de revisión obligatoria, seguía acudiendo a la consulta privada del otorrino, a modo de chequeos de seguridad. Así que cuando el radiólogo me dio el diagnóstico, aquella noticia estaba muy lejos de mis planes. 

La rabia tardó en llegar, pero llegó. Aunque no esté bien vista, esta emoción cumple un papel importante: se trata de hacernos reaccionar ante las injusticias; es el motor para establecer límites y velar por nuestra seguridad. Era natural sentir enfado cuando se recibe un diagnóstico inesperado, que escapó a todas las revisiones que me realicé. Me calmó hablar con el cirujano que me operó en Agosto de 2014; me indicó que un tumor subglótico, como en mi caso, no se ve en una revisión con laringoscopio.

Mi historia con la rabia

Durante mucho tiempo en mi vida oculté la expresión de la rabia; hubo muchas situaciones de abuso externo, generalmente verbal o de actitudes, en diferentes ámbitos, a las que no fui capaz de comunicar mi desacuerdo, de establecer límites, y era absolutamente necesario haberlo hecho,por salud emocional mía y para que la otra persona tomara conciencia de su abuso. Evitar inconscientemente la expresión de rabia por querer evitar el conflicto tuvo un coste. 

Antes del cáncer aquella rabia no expresada desde la asertividad se manifestaba en ataques de ira excesivos en intensidad y frecuencia, y generalmente, entre las personas más cercanas y queridas. Tras atravesar el proceso de enfermar, la cirugía y el tratamiento, empecé a ver la vida de otra manera, a dar importancia lo que de verdad importa y a no enfadarme por boberías; sí, sigue habiendo algún arrebato, pero son los menos.

Preguntas para la reflexión personal

¿Con qué te identificas de lo que comparto?

¿Qué sabes que te genera rabia?

¿Qué injusticias te molestan más?

¿Qué límites ya pones y cuáles te cuesta más establecer?