¿Cómo fue salir del hospital?
Tras casi un mes de recuperación en el hospital, me dieron permiso para salir; aún llevaba puesta la sonda nasogástrica para poder recibir alimento; cuando bajé a la calle el mundo parecía distinto, nuevo, diverso.
Tarde de agosto, las calles de Barcelona están llenas de luz, de gente en camiseta, de manos que llevan helados o cámara de fotos, de rostros con gafas de sol. Paseo sin rumbo definido, despacio, saboreando cada rincón, mirando el mundo como si lo viera por primera vez. Llego a un parque donde hay una pareja de jóvenes practicando equilibrio sobre una cinta amarrada a dos árboles; me paro a observar sus acrobacias a un metro del suelo. En su descanso, hago algo insólito en mí: hablar con personas desconocidas; me acerco a ellas con mi libreta, escribo un par de preguntas sobre la actividad que hacen y se la muestro; me contestan con naturalidad. Extrañadas por mi apariencia (llevo parte de la sonda puesta), contesto a sus preguntas a través de la libreta y cuento brevemente mi historia.
Comer tras la cirugía
Llegó el día, tras casi un mes desde mi ingreso en el hospital, en que mi fístula cicatrizó y ya me pudieron quitar la sonda y darme el alta. Pasé un par de días en casa de una amiga, fui al cine, a visitar algunos lugares turísticos y … ¡comencé a comer por la boca! Recuerdo que tardé 45 minutos en tomarme un plato de puré, ya que la cicatrización reciente había reducido el paso a través del esófago. Y llegó el momento de volver a casa y poco a poco, volver a la vida que había dejado, reencontrarme con la familia, los amigos, los lugares; volver a empezar desde otro lugar interno, pues yo ya no era yo, o al menos aquel yo que se había marchado.
No quedaba otra opción, el tiempo solo va en una dirección, el ayer no se repite, el mañana aún no ha llegado; solo queda el hoy. Volver la vista atrás y dar una nueva lectura a mi vida, a mi pasado, a mi presente.
Despedir el pasado
Esta fase de volver a la vida implica, necesariamente, una despedida a lo que fue la vida anterior; en mi caso, cambió mi situación laboral, perdí la voz, y llegaron otra serie de limitaciones asociadas a la intervención quirúrgica. Fue todo un conjunto de pérdidas simultáneas; las viví como cuando se rompe una relación tras años de vida compartida, fue una despedida colectiva en toda regla, muy parecida al duelo que atravesamos tras la marcha de un ser querido: es el “adiós definitivo”, pues sabes que ya no volverá. Mi voz y mi vida anterior se habían marchado para siempre.
Se trata de un proceso lento, que implica respetar el propio ritmo personal, sin forzar los pasos, pero estando atento a lo que se descubre en cada uno. Es posible que sea preciso contar con el acompañamiento de alguien, que bien por su profesión, experiencia o cercanía personal, pueda servir de apoyo en los momentos más difíciles.
Para la reflexión
- ¿Qué es lo que más se valora tras salir de una cirugía intensiva que implica algún tipo de pérdida?
- ¿Qué es lo más difícil de aceptar cuando atravesamos el duelo por la pérdida de salud?
- Tras una despedida, ¿qué cabe esperar?